martes, 4 de noviembre de 2008

RECUERDOS DE LA ÑINEZ

Yo recuerdo que en los años cincuenta, en mi casa, la economía no era muy boyante y la comida tenía que adaptarse a las circunstancias. En mi casa vivíamos mis abuelos maternos, mis padres y mi hermana. Se consumía mucho arroz cocinado de infinitas manera, seco, caldoso, al horno. Delicioso. Soy una enamorada de los arroces. Os cuento lo que comí en esos tiempos, un día, escogido al azahar: Desayuno sopas de leche (pan con leche) Al medio día una ensalada valenciana y un plato de arroz con pollo y acelgas, de postre la fruta del tiempo de nuestras huertas valencianas, la merienda una rosca de pan con aceite y sal y la cena lomo de cerdo, con tomate y ajitos fritos y esto en un entrepan (bocadillo) bebida agua.
Mi abuela que era diabética cocinaba su comida a parte. Ella, en la cocina, con su delantal blanco almidonado y con una exquisitez esmerada, parecía que sus dedos no asían si no que acariciaban todo lo que tocaba. Ella preparaba una merluza mediana al horno o un arroz caldoso con pinchones… Ella pesaba todo los ingredientes en una balanza dorada. Asaba sus manzanas en el fogón de carbón, aventando todo el tiempo para que no perdiera el calor. Mi abuela en la cocina era... Poesía
Al lado de la cocina había un pozo que mi abuela decía que su agua pasaba por la plata. Por lo fresca, cristalina y pura que la encontraba. Sobre el borde del pozo mi abuela siempre tenia en una cazuela honda de barro, un puñado de arroz y chufas a remojo para ser picadas en un mortero de mármol . Deslía el picado con un vaso de agua fresquita y la colaba.
Así obsequiaba mi abuela a mi abuelo, cuando este venia de trabajar, con un vaso de horchata recién hecha de arroz, chufa y el agua del pozo que pasaba por la plata.

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